En 2025, la competencia entre Intel y AMD sigue más viva que nunca. Ambas marcas ofrecen procesadores potentes para distintas necesidades: desde tareas básicas hasta gaming extremo y edición profesional. Pero, ¿cuál elegir este año?

Los procesadores Intel de 14ª y 15ª generación mantienen una ligera ventaja en el terreno del gaming competitivo gracias a sus frecuencias turbo más elevadas, lo que se traduce en mayores FPS en títulos exigentes y de eSports. Su arquitectura híbrida, que combina núcleos de rendimiento con núcleos eficientes, destaca en tareas que aprovechan múltiples hilos, como la edición de video o el trabajo con software pesado. No obstante, este rendimiento extra suele ir acompañado de un mayor consumo energético y temperaturas más altas, lo que exige soluciones de refrigeración más robustas. Intel también es competitivo en la gama de entrada, ofreciendo modelos con buen rendimiento a precios ajustados.
Las series Ryzen 8000 y 9000, basadas en la arquitectura Zen 5, ofrecen un gran equilibrio entre potencia y eficiencia energética. Su rendimiento en juegos es excelente, y en escenarios de multitarea o creación de contenido pueden superar a la competencia gracias a un mayor número de núcleos y mejor gestión térmica. Además, AMD se caracteriza por un menor consumo y temperaturas más contenidas, lo que resulta ideal para equipos compactos o silenciosos. Otro punto fuerte es la compatibilidad prolongada con el socket AM5, que permite actualizar el procesador en el futuro sin cambiar la placa base. En relación calidad-precio, AMD suele ofrecer más núcleos por el mismo importe, especialmente en gamas medias y altas.
La elección en 2025 depende de quienes busquen el máximo rendimiento en juegos competitivos encontrarán en Intel una ligera ventaja, mientras que quienes valoren eficiencia, multitarea y compatibilidad a largo plazo tendrán en AMD una apuesta más equilibrada. No existe un ganador absoluto; la clave está en el presupuesto y las prioridades de cada usuario.